MAR Gómez 06/01/2013
Aún la tengo atravesada en la garganta, era
mala mala de verdad, como una especie de medusa viscosa y reptante que se
enrosca sin piedad hacia el final de la lengua y juguetea en una especie de
sube y baja que no se rían, ha dado con más de uno la noche primera del año en
las urgencias de un hospital público. Las uvas son para el otoño el frío las
arrebata y vuelve malas. La mala uva es esa que te entra cuando ves que han
pasado seis días del año nuevo sin noticias del INEM o del amor que te abandonó
allá por el fatídico 2012 que por cierto también se fue con viento fresco.
La mala uva te corroe por dentro cuando miras
atrás y compruebas la violencia del tiempo en tu semblante, los surcos de la
memoria entre las sienes y las enormes bolsas bajo tus ojos por culpa de tanta
lágrima no derramada. Mala uva que da mirarte al espejo y no reconocerte por
las mañanas. Lo comento cada día con una amiga que tiene auténticas cosechas de
mala uva. Ella contempló el hundimiento de su relación en el supuesto año del
fin del mundo, o sea el año que acabamos de tirar por el sumidero sin
contemplaciones. Mira que te lo venía avisando, que esto se termina, que os veo
fatal, que algo os pasa, y tu que no erre que erre, que si eran imaginaciones
mías, que todo los tíos no son iguales, que hay relaciones maravillosas a golpe
de mando a distancia, que yo no tengo ni idea porque vivo en mi mundo de
colorín colorado y etc etc etc...
¡Pues ala! Que me llama el día primero de
2013 y me dice la muy pobre que tiene una mala uva que no puede con la vida,
que se quiere morir y que nunca más un tío va a jugar con ella y tal y tal,
todo ese rollo que sigue a una ruptura sentimental. Y no es que la noche
anterior se le atragantaran las uvas, no que va que va, es que su pareja había
aprovechado el alboroto que producen los 28 segundos exactos antes de la media
noche justo cuando cae la gran bola que precede a las doce campanadas para
armarse de valor y decirle adiós mediante un whatsapp:
XLOS CUARTOSx "Lo nuestro no funciona,
estoy mejor sin ti y seguro que tu también sin mi estarás mejor. La decisión de
pasar las Navidades separados ha sido un acierto, he visto desde la distancia
nuestra vida en pareja y era un auténtico fraude, reconoce que ya nada es como
al principio, que ya no nos emocionaban las mismas cosas, y que había
días-demasiados días en los que ni siquiera cruzábamos una palabra. UNA: tú ya
no me llamabas "pajarito" y yo hacía un año que no te llamaba
"mi cosita".
DOS: acuérdate que tampoco llamaste por mi
cumpleaños y que yo olvidé comprarte las rosas de siempre en el tuyo. TRES: un
día te pregunté la hora y me dijiste que tarde, muy tarde. CUATRO: no
paseábamos de la mano ni descalzos por el parque. CINCO: Cada vez llegábamos
más tarde del trabajo para no vernos. SEIS: dejaste de llenar la nevera con los
yogures griegos que tanto me gustaban. SIETE: me llamaste gordo y fofo a
consecuencia de esos yogures. OCHO: te negaste a venir conmigo al gimnasio.
NUEVE: los fines de semana salías con tus amigas porque los exfumadores según
tu, somos un rollo. DIEZ: no nos acariciábamos. ONCE: no nos besábamos...
¡Y DOCE! La mala uva, la uva más amarga, la
uva que te deja el sabor de todas las resacas imaginables, la uva que se lleva
de cuajo el calendario de la pared y lo arranca sin piedad de una casa en la
que ya no habita el amor y la armonía. La mala uva, la uva de la ira, la uva
que envenenó la cepa y luego todas las reservas. DOOOOCEEE: no nos echábamos de menos". Fin del whatsapp. Fin del año en que a mi amiga la dejó plantada su
amor de toda la vida.
FELIZ AÑO NUEVO te grité emocionada mientras
leías una y otra vez el interminable whatsapp de la mala suerte, infeliz 2013
me dijiste mientras en mi casa la alegría se desbordaba en forma de burbuja y
los besos se amontonaban entre las bandejas de fruta escarchada. No me di
cuenta de nada me decías entre el ensordecedor ruido de cohetes y pitos que
inundaban como un torrente las calles. Pasabas mucho de él te gritaba yo aún
más fuerte por el teléfono. ¿Qué puedo hacer ahora? me preguntabas
desconsolada. Nada... aguantar, te contesté. Y tú que vaya mala uva hacerte
esto la última noche del año. La última noche de lo vuestro te dije yo entre
dientes intentando tragar mis últimas uvas sin morir en el intento.
El timbre de la puerta sonaba sin cesar, te
dejo, hablamos mañana tengo invitados y tú llorando erre que erre. Ding donggg,
abrí temblando la puerta y allí plantado como un caballero que viene a salvarte
la vida estaba él. Por fin se hizo realidad, se armó de valor y vía whatsapp
terminó con ella para estar conmigo y ahí comprendí que era yo, que siempre
había sido yo la mala uva.
*La autora es periodista.