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“Es abuso, cualquier comportamiento encaminado a controlar y subyugar a otro ser humano mediante el recurso al miedo y la humillación y valiéndose de ataques físicos o verbales”. - Susan Forward -

La libertad es una oportunidad para ser mejor

“Siempre hubo en mí, al menos, dos mujeres una mujer desesperada y perpleja que siente que se está ahogando y otra que salta a la acción, como si fuera un escenario, disimulando sus verdaderas emociones porque ellas son la debilidad, la impotencia, la desesperación y presenta al mundo sólo una sonrisa,ímpetu,curiosidad,entusiasmo,interés”.-Anais Nin-


domingo, 16 de diciembre de 2012

Cuentos y Leyendas


http://pandorasboxasi.blogspot.com.es/2012/11/cuentos-y-leyendas.html


Este es un escrito de mi amiga Némesis  http://nemesisenelaverno.blogspot.mx/ , claro y directo al grano. Cuando se quiere sanar aquello que nos deja en la mazmorra es la ignorancia, las falsas creencias, los tabús. Rompamos con todo eso...





"Muchos de los que conocen mi historia se sorprenden del alcance del daño. Me preguntan porqué no lo dije entonces o dónde estaba mi madre para no verlo o no denunciarlo. Son cuestiones y comentarios que la mayoría de la gente hace por puro desconocimiento del tema. Alguno se ha espantado al conocer detalles que para mí son nimiedades, supongo que porque no es lo mismo vivirlo que oírlo de labios de un superviviente. Ya he dicho alguna vez que tendemos a minimizar nuestras propias historias como mecanismo de defensa. Ser consciente del horror de lo vivido me hace sentir mucha ansiedad. Es como si me “llenase” de algo que aún no sé como explicar, pero es algo que me sobrepasa y supongo que por eso intento no pensar en ello, vivir disociada de mis abusos. 

Pero he querido celebrar el próximo día mundial de prevención del Abuso Sexual Infantil intentando romper mitos que están muy arraigados en la sociedad poniendo mis propias vivencias como uno de los muchos ejemplos que los desmontan. Y son muchos mitos, así que no me voy a andar por las ramas. Vamos al grano. 

Para empezar de manera genérica, se considera abuso sexual infantil o pederastia a toda conducta en la que un menor es utilizado como objeto sexual por parte de otra persona con la que mantiene una relación de desigualdad, ya sea en cuanto a la edad, la madurez o el poder. 

Esto significa que Abuso Sexual Infantil es: Tener relaciones sexuales genitales u orales (cunnilingus, felación) con un niño o niña. Penetrar en el ano, vagina o boca del niño con el dedo, pene u objetos extraños. Tocar o manipular los genitales del niño o niña. Obligar al menor a tocar los genitales del agresor o manipularlos, a menudo bajo la apariencia de “juego”. Frotar el pene contra el cuerpo del niño o niña. Besar al pequeño de forma muy íntima. 

Hasta ahí supongo que todos lo tenemos mas o menos claro. Yo al menos lo tengo clarísimo, porque salvo los besos que jamás me dio, ni íntimos ni castos, en algún momento de mi infancia pasé por todas esas situaciones. 

Pero los abusos sexuales infantiles no terminan ahí. También lo son otras cosas que hizo mi padre: Mostrarme sus genitales con el pretexto de educarme, o “interesarse” por el desarrollo de mi cuerpo observándome al desvestirme, lavarme, en el aseo… Siempre había una escusa para tener que entrar cuando yo me aseaba. Y siempre quería ayudarme. Se masturbaba sobre y ante mí. Me decía que observase bien cómo lo hacía para aprender porque yo nunca lo realizaba bien. Para él, sobretodo a última hora, todo era “instructivo”. 

Hay mas cosas consideradas abusos sexuales, como hacer que el menor vea a otras personas realizar practicas sexuales u obligarle a que las tenga con una tercera persona… Esto aún me cuesta procesarlo, porque aún es reciente la revelación que tuve de mi padre y mi hermano mayor abusando juntos de mí, o por el temor implícito que llevo conmigo porque aún no sé si mi padre llevó a cabo su intención de que mi “mellizo” y yo tuviéramos sexo. Son temores que la parte de mi memoria que permanece en sombras aún no quiere revelarme. 

También son abusos mostrar ilustraciones y/o películas pornográficas al niño, o hacer fotografías y/o películas pornográficas del/con el niño. Por la época y los medios económicos de mi padre nunca fui expuesta a esas prácticas, así como tampoco fui prostituida por él (al menos que yo recuerde) pero el acoso por internet, que ahora cobra mayor protagonismo, es también un delito. Obligar a un menor a masturbarse en su presencia física o virtual, que se desnude ante la cámara de su ordenador o mostrar gestos y palabras obscenas es otra forma de abuso sexual. 

¿Te ha quedado claro? Pues que tu tío, padre, abuelo, primo, vecino, profe, sacerdote… te preguntara con diez años si querías un helado a cambio de ver el secreto que tiene dentro de los pantalones es abuso sexual infantil, formas parte de la estadística. Y si saliste corriendo y se lo dijiste a tu madre o al menos no volvió a molestarte has tenido mucha, mucha suerte. Ahora piensa en todos los niños que aceptaron el helado de ese cabrón. 

Ahora las cifras. Las estadísticas son escandalosas: 

1 de cada 4 niñas es abusada sexualmente antes de cumplir 18 años. 

1 de cada 6 niños es abusado sexualmente antes de cumplir 18 años. 

1 de cada 3 niñ@s ha tenido contacto por internet con un pedófilo sin saberlo. 

1 de cada 5 niñ@s es abordado sexualmente a través de internet. 

Casi el 70% de todos los asaltos sexuales (incluyendo los asaltos a adultos) ocurren a niños de menos de 17 años. 

Entre el 30 y el 40% de las víctimas son abusadas por un miembro de la familia. 

Otro 50% son abusadas por alguien fuera de la familia, pero a quien conocen y en quien confían. 

Aproximadamente el 40% es abusada por algún niño mayor conocido. 

Por lo tanto, sólo el 10% es abusada por un extraño. 

El abuso sexual puede ocurrir a cualquier edad, e incluso más tempranamente de lo que piensas: 

La edad media de los abusos sexuales denunciados es de 9 años. 

Más del 20% de los niños es abusado sexualmente antes de cumplir 8 años. 

Cerca del 50% de las víctimas de sodomía, violaciones con un objeto y tocamientos forzados son niños menores de 12 años. 

La evidencia de que un niño ha sido abusado sexualmente no es siempre obvia, y muchos niños no cuentan que han sido abusados. La mayoría de los niños no revela haber sido abusado, incluso si se le pregunta: 

Más del 30% de las víctimas nunca revela la experiencia a NADIE. Las víctimas pequeñas pueden no reconocer su victimización como un abuso sexual. 

Más del 80% de las víctimas niegan o son reacias a revelar el abuso. De las que sí lo revelan, aproximadamente el 75% lo hace accidentalmente. De aquellas que sí lo hace intencionalmente mas del 20% eventualmente se retracta aunque el abuso efectivamente haya ocurrido. El miedo es demasiado grande. 

Las falsas acusaciones constituyen sólo entre el 1 y el 4% de las denuncias. De éstas, el 75% son realizadas por adultos y el 25% por niños. Los niños sólo realizan falsas acusaciones el 0,5% de las veces. 

Pero vayamos por partes. Las cifras son frías, y el abuso sexual infantil es mucho mas que esas cifras que mucho se niegan a creer. ¿Cuántas veces has pensado esto al ver, leer o escuchar un caso de Abuso Sexual Infantil?: 

-Los abusos van acompañados de violencia. -Los abusadores son hombres con problemas psicológicos muy aparentes o enfermos psiquiátricos, las victimas, niñas. -La mayoría son desconocidos. -Un niño es abusado sólo por un adulto. -Los adultos son los únicos que abusan de niños. -Si le ocurriera a un niño de nuestro entorno, nos daríamos cuenta. -Ante la detección, la familia actuará. -No es obligatorio denunciar, es cosa de la madre, ella lo denunciará de inmediato. -Si denunciamos, será peor para el niño porque lo separarán de su familia. -Sólo se da en el tercer mundo, en determinadas clases sociales, familias desestructuradas y nivel sociocultural muy bajo. -Los niños “incitan” sin querer, no dicen la verdad o exageran. -Los niños pueden decir “no”, y cuando les ocurre, lo cuentan de inmediato. -Los niños abusados se convierten en abusadores. -El abuso infantil es poco frecuente - En la actualidad se producen mas que antes. -Los efectos son muy traumáticos - Sus consecuencias no son graves, los niños tienen la capacidad de olvidar los traumas. -No se puede prevenir. 

Todo esto son falsos mitos. 

Mi padre era violento, pero puedo decir que para mí no existía una conexión directa entre sexo y violencia previa. Alguna vez me ató en mi última etapa de mis abusos, pero mas como parte del “juego” que como imposición o castigo. Y hacía años que abusaba de mí sin violencia física. La mayoría de las víctimas que conozco sufrieron abusos sin ningún tipo de violencia, las estadísticas así lo señalan. Sus tácticas son el engaño y la manipulación. Cuando se trata de abuso intrafamiliar, es decir, que su víctima está muy cerca de él y tiene acceso en cualquier momento, su estrategia está muy bien medida. No tienen prisa, saben que tienen el alimento en casa y se pueden dedicar años a pulir su estrategia. Saben y conocen a toda la familia del menor, conocen perfectamente sus puntos débiles, lo que le gusta al niño o niña y que sus padres le tienen dosificado o prohibido para así ganarse su confianza. 

Por ejemplo, si el tío Ramón sabe que a María no le dejan comer chocolate, Ramón le dará chocolate a la niña. María le querrá por eso, porque la trata bien, juega con ella y le da chocolate a escondidas. Y un día, el tío Ramón toca “raro” a María. Y a continuación le pide que no diga nada. A cambio, el tío Ramón no dirá que María come chocolate. Y la trampa se cierra, porque ella no dirá nada si no quiere delatarse a sí misma. Para ella, tocar “raro” y comer chocolate sin permiso de mamá son dos “delitos” iguales y no se deben contar. Uno de esos “delitos” le da miedo y la hace sentir enormemente mal, el otro le gusta porque a los niños les encanta el chocolate, pero en su mente infantil no puede hablar ni del uno ni del otro sin delatarse. Y el abuso irá in crescendo, y la niña se irá sintiendo cada vez mas culpable. Porque si no se quejó cuando le tocó “raro” por primera vez, menos aún cuando sea ella la que toque a su tío cuando él se lo pida… Empiezan jugando y cuando te das cuenta ya no hay marcha atrás, ya no puedes escapar, ya no puedes decir que no, porque es demasiado tarde, es demasiado vergonzoso. 

El “Chocolate” de mi padre eran el miedo y mis Padrinos. El miedo implícito que percibía en su presencia, el miedo que yo veía en mi madre y mis hermanos. El premio eran mis Padrinos, si yo me portaba bien volvería con ellos. 

Borra la imagen del enfermo con gabardina que se la abre ante las niñas del parque. No es real. Son mucho mas sutiles, preparan bien sus encuentros y se aseguran de no ser interrumpidos por nadie. Conquistan a sus víctimas y encandilan a todos los adultos de su alrededor para que jamás sospechen de él. Incluso ellos mismos dirán que su interés por el niño o niña es precisamente para evitar que un pedófilo se aproveche del menor. Y se termina dejando al zorro al cuidado de las gallinas. 

Hay algo que siempre me ha llamado la atención. En las pocas películas, series o relatos de ficción en los que se describe con mayor o menor detalle el abuso sexual de cualquier tipo a un niño -normalmente niña-, la víctima siempre grita o llora sonoramente. Es total y absolutamente falso. Salvo en los escasísimos casos en los que media la violencia, los niños no gritan. Tal vez lloren alguna vez, pero nunca gritan. Cuando mi padre se metía en mi cama nunca me quejé, no me atrevía. El miedo es demasiado grande y te paraliza. La primera vez que me violó quise quejarme, aún oigo su susurro ordenándome absoluto silencio. 

Los adultos no son los únicos que abusan de niños. El agresor, estadísticamente hablando, suele ser un hombre adulto, pero también puede ser una mujer, un adolescente u otro niño no mucho mayor que tú. Conozco supervivientes abusadas por compañeros del colegio, o hermanos no mucho mayores que ellas o ellos. 

Es muy habitual que un niño no sea abusado sólo por un adulto. Que yo recuerde, he sido abusada por mi padre, por un vecino que tenía una hija de mi edad y por mi hermano, que tiene doce años mas que yo. Varias supervivientes de las que he leído su historia han sido abusadas por todos los miembros varones de la familia. Y no puedo decir mucho de aquellas que han sido prostituidas y ni siquiera pueden dar una cifra aproximada de abusadores en su infancia. Hablo de decenas de abusadores para una sola niña. 

Ni son enfermos, ni tienen problemas psicológicos. Lo que tienen es una perversión: les gustan los niños. Igual que a ti te gusta el chocolate. Pero el sexo con niños (o cualquier práctica de las que se consideran Abuso Sexual Infantil) destroza vidas, el chocolate, no. Son personas como tú, totalmente integradas en la sociedad, que en ocasiones gozan de prestigio social, y se aprovechan de su gran integración social precisamente para mantener a sus víctimas en el silencio durante años. ¿Quién te va a creer, con lo buena gente que es? Es imposible. Los que defienden a mi padre, dicen de él, que sólo era un ignorante sin estudios, muy trabajador, enfermo y pobre. Y no se limitó a las niñas de la familia. Mis hermanos varones también fueron víctimas de él. Y sin duda sabía bien lo que hacía. 

Con el tema familiar se puede hacer todo un tratado. Porque hay de todo. Muchas veces la familia quiere tanto a todos sus miembros que no saben o no pueden creer que eso pase en casa. Les parece imposible que su hermano, su cuñado, su padre, el abuelo, el sobrino, su propio hijo o su marido haya traicionado a la familia de esa manera. Y lo niegan, simplemente se niega. Mis familias minimizan o niegan mis abusos. Mi familia biológica dice que no fue para tanto, que sólo se dio una vez cuando yo tenía trece años -cuando me “pilló” mi hermana- e incluso sugieren que yo fui quien sedujo a mi padre. Parte de mi familia adoptiva reconoce los abusos cuando yo tenía apenas dos años de edad, niegan el resto, a pesar de informes posteriores remitidos al Alto Tribunal en los que se le informa de lo que yo misma les relaté en su día. 

Nunca subestimes el poder de la negación. No se da cuenta nadie. No se quiere ver. Y si alguna vez se percibe “algo raro” automáticamente se piensa que se están malinterpretando las cosas, porque esa persona que conocemos es imposible que haga esas cosas. Y si las evidencias son claras, tal vez intentes “vigilar” un poco mas para que no se repita, pero poco mas. 

En mi caso, todo el mundo sabía que mi padre tenía esa perversión. Abusó de mi hermana que es ocho años mayor que yo y de mi hermano doce años mayor que yo. Lo sabían mi madre, mis hermanos, mis Padrinos, el Alto Tribunal Tutelar de Menores... Y sus medidas fueron “vigilarle mas”. En eso se basan para asegurar que miento, que me he apropiado de la historia de mi hermana para manipularlos a todos. Se niegan en redondo a reconocer que en su vigilancia hubo errores de bulto, espacios en blanco, vacíos jurídicos. A mí me “separaban” de la familia por épocas, yo sólo veía a mi padre en vacaciones. Y si hubiese habido una separación permanente de él (de él, no de toda la familia) yo sería mas feliz. Si denunciamos y la justicia actúa como debe, separas al niño de un pedófilo. Debería importar poco si además es de la familia. Si en lugar de abusar de su hija, nieta, sobrina… hubiera asesinado a alguien ¿Le perdonarías su condena en la cárcel para no separarlo de su familia? 

Pero lo mas triste es el resultado de unos abusos intrafamiliares: Cuando se destapa el secreto, siempre, siempre, siempre, termina con la pérdida de parte de la familia del abusado. Tal vez de todos. Porque unos creen a la víctima, pero otros creerán al agresor. Yo tan sólo mantengo contacto con mi “mellizo”, que no recuerda nada y con el que no puedo hablar del tema. Y de los cinco miembros de mi familia adoptiva que siguen vivos, sólo puedo contar con una de las hermanas de mi Madrina. Al resto los he perdido, para bien o para mal. 

Los niños no incitan, los engañan. Precisamente caen el las redes de su abusador por su inocencia. De eso se aprovechan los pederastas. Me ofende mucho esta afirmación porque es uno de los argumentos principales de mi hermana: que tengo el “síndrome de Lolita”. Si no conoces la historia de Lolita mas que por esas películas tan eróticas de adolescentes de dieciséis o dieciocho años, te contaré que el libro es un relato de un hombre de cuarenta y cinco años y una niña de doce. Que el señor contrae matrimonio con la madre precisamente para acceder a la niña, que la niña se queda huérfana y él termina a solas con ella. Y que la historia está contada desde el punto de vista de un pedófilo que ve en los gestos de una chiquilla, guiños de seducción. 

Yo jamás busqué sexo. Si volvía con mi padre es porque realmente esperaba que esa vez me ofreciese un cariño entrañable y tierno. Era lo que yo le ofrecía. El me devolvió siempre caricias asquerosas que desearía borrar de mi memoria. Un niño no es rencoroso. No sabe enfadarse con nadie el tiempo suficiente como para que no vuelva a dirigirle la palabra. Ni siquiera cuando se siente traicionado. ¿Has intentado alguna ves explicar a un niño porque no te hablas con el tío Roberto? ¿Crees que la herencia de la abuela es un tema muy comprensible para una niña de doce años? 

Todos enseñamos a nuestros hijos que hay que hacer lo que mandan todos los adultos: papá, mamá, el abuelo, la tía, la profesora, el conserje del colegio, el cura de la catequesis… Y son incapaces de decir “no” porque no saben que pueden decir que no. Nadie les ha enseñado que esa orden de un adulto no se obedece. Cuando quieren apartarse de ello sienten que ya no pueden porque uno de los primeros engaños es que están siendo cómplices de un delito, y que si alguien se entera los acusarán a ellos, no a su abusador. Si te has creído durante diez años que existía Papa Noel, los Reyes Magos o el Ratoncito Pérez, te crees cualquier cosa que te diga un adulto. Hasta hace poco yo estaba completamente convencida de que si hablaba, terminaría en la cárcel condenada por calumnias, porque después de cuarenta años, ya no tengo pruebas físicas que aportar a mi relato. Desde que abrí este blog, he pasado alguna noche en vela pensando en que me lo cerrarían y me condenarían por desacato o injurias. Aún me asalta ese pensamiento. ¿Cómo crees que razonaba yo con trece años? 

Un niño no miente. Puede creer lo que le digan, y si te sientas con un niño para que te cuente cómo es el Ratoncito Pérez te das cuenta en seguida que es una fantasía porque él mismo añadirá detalles fantásticos con intención de hacer el relato mas interesante, porque cree en ello, le gusta, y su imaginación lo hará ser mas creativo. Pero si le pides que te describa cómo prepara mamá las tostadas del desayuno, es muy posible que te sorprendas de su calidad en detalles. Los niños no mienten ante eso, porque una experiencia traumática no incentiva su imaginación. Al contrario, la mata. Los niños no saben hablar de sexo si no lo conocen. La mitad de las víctimas no lo denuncian por primera vez de manera firme antes de pasar al menos cinco años. Yo he tardado treinta en conseguir que se me escuche. Muchas víctimas morirán sin revelarlo. 

Me hace gracia esa afirmación que dice que los niños abusados se convierten en abusadores. Echa cuentas: un pedófilo tiene de media nueve niños/niñas en su historial antes de ser descubiertos. Si todos fueran futuros abusadores, teniendo en cuenta que este delito existe desde siempre… Todos los hombres serían abusadores, ¿no? ¿Tu eres abusador? ¿Abusaron de ti? ¿Abusas de niños? ¿Acaso todos los que fuimos abusados ahora somos abusadores? ¿Y las mujeres? Si hay mas niñas que niños ¿Por qué hay tan pocas mujeres abusadoras? (Ojo, las hay. El sexo débil también puede ser perverso) El porcentaje es mas amplio de lo que crees pero no todos los abusados se convierten en abusadores. Gracias a dios al crecer y madurar, la mayoría nos damos cuenta de lo ocurrido e intentamos no repetir en nuestro entorno las mismas agresiones ni los mismos errores que vimos en nuestra infancia. De hecho nos volvemos grandes defensores de la infancia y los débiles en general. No olvides que el abuso sexual no es una simple cuestión de sexo, sino de poder. Es una manera de agredir a otro que sabes que está en inferioridad de condiciones para someterlo a tu voluntad. Si abusas de un niño, harás de él lo que quieras. 

Ahora vamos a entrar en el terreno de las incongruencias: 

-El abuso infantil es poco frecuente - En la actualidad se producen mas que antes. 

¿En qué quedamos? ¿Es poco frecuente u ocurre mas que antes? Yo apostaría por la difusión. Creo que afortunadamente ahora se habla de ello, porque muchas “Lolitas” hemos decidido romper el silencio y denunciar lo que ocurre tras las puertas cerradas de los cuartos de los niños y niñas del mundo. Solo espero que hablar sea el primer paso, para que a continuación concienciemos a la sociedad y logremos eliminar estos tabúes y reparar leyes retrogradas que nos condenan al ostracismo. 

-Los efectos son muy traumáticos - Sus consecuencias no son graves, los niños tienen la capacidad de olvidar los traumas. 

Y vuelvo a preguntar: ¿En qué quedamos? ¿Son graves sus consecuencias o los niños son mas fuertes de lo que pensamos? Yo os lo aclaro. Sus consecuencias pueden ser gravísimas. Depende de cada persona. Como su capacidad de recuperación. El daño está relacionado con las consecuencias, no con el tipo de abuso. 

Y si, los niños sienten tanto o mas que tu. La diferencia es que si no pueden asumir una experiencia, la olvidan. Si el hecho es demasiado traumático lo olvidamos para que nuestra mente no se rompa. Pero el olvido no es permanente. En el momento en que estemos preparados para asumir esa experiencia el recuerdo volverá a nosotros exactamente como si ocurriese en ese momento, con todo el dolor, el miedo, la ansiedad y el pensamiento que experimentamos en aquellos terribles momentos. De ahí viene la leyenda urbana de que los niños no sufren, porque ni siquiera si se les pregunta te dirán lo que sienten. Es muy posible que ya no puedan recordarlo. ¿Sabías que hasta hace pocos años la cirugía a niños se realizaba sin anestesia? Se creía que no les dolía y que lo olvidaban. De hecho las mutilaciones genitales infantiles tan tradicionales en muchas culturas todavía, como las circuncisiones y las ablaciones, se hacen sin anestesia. 

Los niños no tienen capacidad para superar sus traumas. Pero tenemos una enorme capacidad para sobrevivir a ellos hasta que podamos afrontarlos y superarlos. Algunos de nuestros mecanismos para soportar los abusos han sido autodestructivos, y nos han producido secuelas, pero nos sirvieron en su día para salir adelante. Honrad eso y no nos juzguéis duramente. Y si además nos ayudáis a sobreponernos a esos efectos, la recuperación será completa. 

Se puede prevenir. Educando desde la sinceridad. Estoy convencida de que gran parte de nuestras secuelas están causadas por el tabú en el tema. Si te subes a un árbol y te rompes un brazo al caer cuando tienes 8 años ¿Tienes secuelas psicológicas de adulto? ¿sientes culpa? La culpa fue tuya por subirte al árbol. Y sin embargo se lo cuentas a tu madre para que te lleve al médico. ¿Y que hace tu madre? ¿te castiga por subirte al árbol y te dice que te aguantes con el brazo roto el resto de tu vida para que nadie se entere que te has subido al árbol y te has roto el brazo? Pues no. Lo primero que hace es llevarte al médico, a que te curen, te da mimos, te cuida... Con más razón cuando no fue por subir a un árbol sino porque te rompió el brazo tu hermano, tu primo, tu tío, tu abuelo, tu padre... 

El secreto es romper el silencio de todos. Es hablar con los niños desde muy pequeños de sexo. Es decir, con dos o tres años, cuando lo bañas y esté aprendiendo las partes del cuerpo, por ejemplo que tenemos pies, dedos, cabeza, rodillas, cuello, ombligo... también hay que explicarle que los niños tienen Pene y las niñas vagina. Nada de la "cosita" o "eso". Las cosas tienen nombre. Utilicémoslo. Así sabrán explicarnos desde muy pequeños que "el primo me obligó a que le tocase su pene" Y en ese momento ya le puedes explicar que esas partes, las que normalmente tapa un bañador, NI SE ENSEÑAN NI SE TOCAN. Nadie, bajo ningún concepto, salvo cuando estén enfermos, y en ese caso lo hace un médico pero siempre con mamá u otro adulto delante. Y que si alguien les toca ahí o ven a alguien que les enseña esa parte que siempre esconde el traje de baño, os lo digan de inmediato, diga lo que diga quien sea. Que no tengan miedo, que no les vais a reñir por contarlo. Que esos "secretos" son malos, como los personajes malvados que guardan secretos en las películas. Y que hay que contarlos. No es lo mismo guardar en secreto el regalo que papá le va a comprar a mamá que ese otro “secreto” que te hace sentir “rara”. Y eso se lo hay que decir muchas veces, jugando, cuando haya ocasión propicia para ello, que no se les olvide. Como cuando le dices que mire antes de cruzar la calle o que nunca se suba al coche de un desconocido. 

Leí hace poco que los Norteamericanos, a los que les encantan los estudios de mercado, hicieron un estudio sobre secuestros a niños en su país, y llegaron a la conclusión de que el 87% de esos secuestros se hubieran evitado si se enseñase correctamente a los niños como evitar situaciones de riesgo y pedir ayuda. Supongo que en este tema, no sería muy distinto. 

¿Qué propósito tiene pensar que sólo se da en el tercer mundo, en determinadas clases sociales, familias desestructuradas y nivel sociocultural muy bajo? Me temo que de nuevo la negación entra en juego. Una sociedad rica, culta y avanzada no puede tener semejantes perversiones. 

Yo pertenezco a una familia de extrema pobreza. Vivíamos en un barrio marginal de la zona obrera de una ciudad pequeña. Y además mi padre era inculto y violento. Pero no considero a mi país tercermundista. Y además esos parámetros no son la norma. Conozco infinidad de casos en los que la familia es un ejemplo de virtud, buena posición social e influencia. Y si salimos del ámbito exclusivamente intrafamiliar, el resto de los abusos se dan en el entorno mas conocido del menor. Por ejemplo los sacerdotes pederastas. Normalmente son los curas de la parroquia o de la catequesis, que conocen a todos los miembros de la familia, o los profesores, esos que hablan con las madres y les dicen que su hija tiene un gran potencial pero debe quedarse en clase un rato mas porque él quiere ayudarla por puro altruismo y vocación en su labor de educador. O el vecino que insiste en que le dejes al niño con él mientras haces la compra semanal en el hipermercado. 

Pero hay un dato mucho mas escalofriante. Los clientes de turismo sexual infantil en países del tercer mundo provienen de EEUU, España, Italia, Francia, Alemania, Bélgica y Australia en su mayoría. Los destinos más elegidos por los pedófilos son Bangkok, Camboya, Tailandia, Vietnam, México, Brasil, Guatemala entre otros. Esto mueve redes de prostitución infantil a nivel mundial y el negocio es muy lucrativo. Algún pedófilo ha resultado ser un reputado político o pertenecer a la nobleza. (¿Alguien se acuerda del Duque de Feria?) Y ha encontrado en su perversión dinero fácil. Lo que significa que nadie va a cambiar la ley si le va a estropear el negocio y su diversión. ¿te suena el argumento?, pues sí. Al negocio de la droga, el tráfico de armamento y la prostitución en general, le puedes añadir un negocio mas lucrativo todavía porque “no existe”: La prostitución infantil. 

Tu silencio es cómplice. Si no ayudas a romper estos mitos, seguirán funcionando y yo seguiré sintiendo vergüenza de hablar de mis abusos. Y eso me entierra. Porque el silencio es lo que me condenó a una infancia destruida y romperlo es lo que me sana. Y a nivel de denuncia igual. Si se calla se acaba protegiendo al agresor y a las redes de prostitución. Ni enfermos, ni locos, ni nada. Si no denuncias, si no ayudas a eliminar estos mitos, si no apoyas un cambio en las leyes que regulen y condenen con mas contundencia todos estos hechos, estás ayudando a perpetuar el delito y a que los delincuentes permanezcan impunes". 



“Si no eres parte de la solución, eres parte del problema” 
Vladímir Ilich Uliánov, «Lenin». (1870- 1924) político ruso y primer dirigente de la Unión Soviética.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Tolerancia



POPPER, Karl. La sociedad abierta y sus enemigos.
 Barcelona: Paidós, 1981. (Pág. 512)
 

A veces lo evidente es lo más difícil de llevar a la práctica. Solo se trata de poner límites a todo y a todos. La bondad llevada al extremo es igualmente destructiva, se vuelve contra nosotros.



 threisa.

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lunes, 6 de agosto de 2012

Aprender




    Lo mejor para la tristeza  -contestó Merlín, empezando a soplar y resoplar- , es aprender algo. Es lo único que no falla nunca. Puedes envejecer y sentir toda tu anatomía temblorosa; puedes permanecer durante horas por la noche escuchando el desorden de tus venas; puedes echar de menos a tu único amor; puedes ver el mundo a tu alrededor devastado por locos perversos, o saber que tu honor es pisoteado por las cloacas de inteligencias inferiores. Entonces solo hay una cosa posible:   aprender.

     Aprender por qué se mueve el mundo y lo que hace que se mueva. Es lo único que la inteligencia no puede agotar, ni alienar, que nunca lo torturará, que nunca le inspirará miedo ni desconfianza y que nunca soñará con lamentar, de la que nunca se arrepentirá. Aprender es lo que te conviene. Mira la cantidad de cosas que puedes aprender: la ciencia pura, la única pureza que existe. Entonces puedes aprender astronomía en el espacio de una vida, historia natural en tres, literatura en seis. Y entonces después de haber agotado un millón de vidas en biología y medicina y teología y geografía e historia y economía, pues entonces, puedes empezar a hacer una rueda de carreta con la madera apropiada, o pasar cincuenta años aprendiendo a vencer a tu contrincante en esgrima. Y después de eso, puedes empezar de nuevo con las matemáticas hasta que sea tiempo de aprender a arar la tierra”.

Terence White, The Once and Future King, Putnam’s Sons, N.Y., 1958.

domingo, 5 de agosto de 2012

Paso a paso

http://vinkajackson.wordpress.com/2012/08/04/convivencia-paso-a-paso/


Convivencia: paso a paso

De menos a más, y no al revés: los afectos, las confianzas, los vínculos, las cotidianeidades amorosas, se construyen paso a paso. A veces en tramos milimétricos, como si sumando rocíos en un pequeño balde.

El corazón y el cuerpo crecen a ritmos lentos en nosotros, los humanos. Alcanzar nuestra estatura final toma alrededor de dos décadas; las bases de muchos aprendizajes nos las entregan en doce años de colegio; aprender solamente a caminar, a diferencia de otros cachorros animales que nacen y se ponen de pie, puede llevarnos cerca de un año completo.
La tierra y la naturaleza saben bien de estaciones y esperas, pero en los vértigos y apuros que se han tomado nuestras vidas (desde hace mucho ya) pareciera casi delictivo declarar paciencias, delicadezas, o decir que nadie, ni pequeño ni grande, tiene obligación de volcarse en vínculos con los otros –otros mayores u otros de la misma edad- de forma instantánea y acrítica. Todo tiene su ritmo, sus etapas y, en los humanos, su albedrío además.

No me parece objetable decir que los niños tienen derecho a definir su espacio de intimidad y privacidad corporal y emocional; que pueden decir no a los adultos (incluidos sus padres); que son libres de ir aprendiendo a quién y cómo expresan su simpatía o cariño (y a quiénes no); que no están obligados a adorar y obedecer ciegamente a educadores, parientes, guías espirituales, y que bien basta -para comenzar su recorrido- con ser cordiales, respetar a sus prójimos y asimismo esperar respeto de vuelta. Las expresiones de cariño irán emergiendo y temperándose etapa tras etapa; las confianzas con el prójimo, también.

La noción de distancias y de construcción pausada de vínculos en lo físico y lo emocional se entreteje con la ética del cuidado y la consideración por el otro. No es una aberración, señal de paranoia o de frigidez emocional como algunos han querido plantear, advirtiendo sobre el “peligro” de llegar a parecernos a los “fríos norteamericanos” en materia de relaciones entre niños y adultos.
En EEUU,  se dan efectivamente otros códigos de relación entre pequeños y grandes: quizás exagerados y extremos para algunos (por el cero contacto que se recomienda, especialmente a nivel de colegios), o no lo suficiente para otros (si se considera que pese a las precauciones y aunque haya  disminuido, todavía existe el ASI). Yo al menos aprecio la voluntad de cuidado y prudencia que se expresa y puedo dar fe de sus beneficios, por sobre efectos potencialmente negativos.

Mi hija mayor antaño y hoy la menor, no han sufrido traumas en el país del norte, porque sus profesores,  orientadores, mentores académicos y/o espirituales hayan sido y sean respetuosos de los límites físicos y  emocionales de interacción con niños y adolescentes. Tampoco esto “empobreció” la relación de mi hija mayor, especialmente, con adultos valiosos y admirables.
Para Diamela, año tras año, algún profesor o profesora fue particularmente significativo. Y para algunos hubo espacios de mayor confianza y cálida cercanía, porque ella así lo eligió y porque tuvo tiempo para macerar esas afinidades de su alma.

Con la más pequeñita, jamás una educadora o cuidadora ha forzado abrazos ni besos involuntarios. Y tampoco le han hecho preguntas con dobleces como ¿es que no quieres a la tía?, ¿y si me pongo triste porque no me das un besito? A mí tampoco me han dicho “qué arisca o poco sociable es su hija”, ni se le ha  ocurrido a ningún adulto llegar y besar a mi niña sin su consentimiento, o  tomarla en brazos sin el mío. No me parece horrífico ni castrador. Solo me parece respetuoso y lo agradezco.

Cada país, comunidad y familia define sus coordenadas de interacción y convivencia. Sin embargo, en Chile, últimamente, me elude la sensación de contar con una brújula que, a todo evento, se oriente hacia el interés superior de los niños.
Aunque valoro inmensamente el que estemos conversando y tomando consciencia sobre temas históricamente silenciados u omitidos, como el abuso infantil, entristece darse cuenta de que hay aspectos de la convivencia entre adultos y niños que lejos de tomarse como una oportunidad para examinarnos, crecer y construir algo mejor, se toman casi como una provocación o una blasfemia.
No solo hemos debido observar con desgarro interno inconfesable (y qué suerte que no soy niña) cómo se cuestionan los testimonios de ASI de pequeñ@s que apenas comienzan su escolaridad, cómo se los desacredita o se cuestiona con sospecha e inmisericordia, la actitud de cuidado que muchos padres y madres han tenido al escuchar a sus hij@s (con el peso, más encima, de contemplar que alguien les haya faltado el respeto, o les haya infligido daño).

Asimismo hemos debido observar una serie de objeciones, y a veces hasta agresiones, cuando se habla sobre el sentido benéfico que tienen las distancias físicas y emocionales en los niños. Estas, a mi parecer, tampoco son traumáticas o victimizantes como algunos han querido señalar. Una vez más, solo me resuenan como respetuosas y coherentes con ritmos de desarrollo humano infantil que merecen su tiempo. No sé en qué planeta podría ser “dañino” el cuidar etapas y límites que protegen y expresan respeto por los niños y su crecimiento, su soberanía (y que adicionalmente, pueden ser una herramienta útil al momento de hablar de prevención de ASI).
¿Por qué tanta dificultad, reparos y a veces hasta rabia en la reflexión sobre formas de convivir o de relacionarse con los niños que incorporen la mirada a sus ritmos, a sus preferencias? No paro de preguntármelo y tiendo a pensar que quizás tanto tumulto tiene que ver con contradicciones o preguntas que a los adultos tampoco nos resulta fácil plantearnos en nuestros mundos cotidianos.

A mí me resulta a veces extraño, en nuestro país, que personas que apenas uno conoce  –por más afinidades que se compartan- se declaren amigas en apenas días o semanas, o se comuniquen con nosotros en lenguajes y códigos que no son solo afectuosos o amables –y eso es bello siempre- sino que reflejan un grado de confianza e intimidad que aunque fuese  posible alcanzar en el futuro, todavía no se ha desarrollado. ¿Por qué tanta prisa y ese punto ciego donde el otro deja de ser visto y sentido en sus cadencias particulares? No puedo evitar desconfiar un poco, o replegarme, de quien no es capaz de permitirnos ir a paso lento si así lo necesitamos. Y pocas veces tiendo a lamentar la pérdida o alejamiento de personas así. Más bien me serena.

Aunque hay “chispazos” y encuentros con almas gemelas que nos despiertan la intuición muy pronto sobre un lindo futuro posible, siento que la amistad es más bien un proceso reposado, de revelaciones y puentes tendidos sin saltarse pasos. Así la confianza también. No porque se trate de alguien de mi misma nacionalidad, oficio, biografía, o éticas, uno va a acelerar estaciones. Se puede respetar y admirar a muchas personas y eso ya es un suelo portentoso para relaciones de colaboración. Pero los afectos y encariñamientos son otra cosa. La amistad escribe su historia sobre cielos de confidencias, tortas de cumpleaños, lealtades en la alegría por el otro, respetos incondicionales, desvelos, gestos de cuidado, muchas solidaridades que se prodigan incluso antes de ser necesarias o convocadas. Y tiempo. Todo esto requiere de tiempo.

Por supuesto, en la amistad también se dibuja el espacio de acercamiento o intercambio  físico de cada uno, según preferencias muy personales. Por ejemplo, hay quienes no compartirían habitación con un amigo del sexo opuesto en un viaje. O que jamás se desvestirían en público, y menos delante de alguien que no fuera su pareja o su médico. Conozco exes –mujeres y hombres- que insisten en acariciar a o en dejarse tocar por compañeros del pasado, con una complicidad comparable a la de tiempos ya cerrados (se supone), y con total irrespeto y desconsideración por sus actuales parejas. Me cuesta entender estos intercambios. Quizás porque hay gestos de cuidado y respeto -que no siempre fueron precisos, pero que gracias a la terapia aprendí a dibujar con mano firme- conmigo, con mi marido, mis amistades, mi mundo adulto, y asimismo con infinito respeto a los niños (incluidas mis hijas) y los límites en la relación con ellos. Límites que me son entrañables  e irrenunciables. No necesito someterlos a revisión.

¿Rígida? Es posible. O precisa con mis límites y nada más (y aun así, una puede equivocarse, haber ofendido o herido a alguien, y cometer muchas torpezas). Por encima de todo, agradecida de esos  espacios donde los cuerpos se encuentran marcando coloraciones y rítmicas amorosas que son distintivas: algunas más libres, otras más recatadas, a veces incinerarias o enternecidas,  siempre templadas de acuerdo a cada persona, momento y ocasión (y siempre será distinto un abrazo de cumpleaños que uno de condolencias)
Ya sé, con mis casi 45 años, que mi tacto, mis manos, mi regazo,  tienen su forma preferida de desplegarse sobre mi marido, o con mis hijas, o con mis amigas del alma, o con mis tías ancianas, o mis sobrinos, o mis alumnos, o con colegas de trabajo solamente, y por supuesto con personas apenas conocidas. No es igual. Y creo que tampoco da igual poner o no atención sobre estas distinciones: las estamos enseñando a nuestros niños, cada día; dejándoles saber que ellos y ellas también podrán dibujar las propias, a su ritmo. Es un hermoso regalo. No puedo concebirlo de otro modo.

domingo, 29 de abril de 2012

La Cenicienta que no quería comer perdices

http://www.mujeresenred.net/IMG/pdf/lacenicientaquenoqueriacomerperdices.pdf

Ya nada me asombra


Hoja de ruta...



Everybody's Free to wear sunscreen (Todo el mundo es libre de usar protector solar) realizado por el australiano  Baz Luhrmann, la letra es de un ensayo realizado por la periodista Mary Schmich



Señores y señoras usen protector solar.


Si  pudiera ofrecerles sólo un consejo para el  futuro, sería éste: Usen protector solar.
Los científicos han comprobado sus beneficios a largo plazo mientras que los consejos que les voy a dar, no tienen ninguna base fiable y se basan únicamente en mi propia experiencia. He aquí mis consejos:




Disfruta de la fuerza y belleza de tu juventud.
No me hagas caso. Nunca entenderás la fuerza y belleza de tu juventud hasta que no se haya marchitado.
Pero créeme, dentro de veinte años, cuando en fotos te veas a ti mismo comprenderás, de una forma que no puedes comprender ahora, cuántas posibilidades tenías ante ti y lo guapo-a que eras en realidad.
No estás tan gordo como imaginas.
No te preocupes por el futuro. O preocúpate sabiendo que preocuparse es tan efectivo como tratar de resolver una ecuación de álgebra masticando chicle.
Lo que sí es cierto es que los problemas que realmente tienen importancia en la vida son aquellos que nunca pasaron por tu mente, de ésos que te sorprenden a las 4 de la tarde de un martes cualquiera.
Todos los dí as haz algo a lo que temas. Canta.
No juegues con los sentimientos de los demás. No toleres que la gente juegue con los tuyos.
Relájate. No pierdas el  tiempo sintiendo celos. A  veces se gana y a veces se pierde.
La competencia es larga y, al  final , sólo compites contra ti  mismo.
Recuerda los elogios que recibas. Olvida los insultos (pero si consigues hacerlo, dime cómo hacerlo).
Guarda tus cartas de amor. Tira las cartas del banco. Estírate. No te sientas culpable si no sabes muy bien qué quieres de la vida.
Las personas más interesantes que he conocido no sabían qué hacer con su vida cuando tenían  22 años. Es más, algunas de las personas que conozco tampoco lo sabían a los 40.
Toma mucho calcio. Cuida tus rodillas sentirás la falta que te hacen cuando te fallen.
Quizá te cases, quizá no. Quizá tengas hijos, quizá no. Quizá te divorcies a los 40, quizá no.
Quizá bailes el vals en tu 75 aniversario de bodas. Hagas lo que hagas no te enorgullezcas ni te  critiques demasiado. Optarás por una cosa u otra, como todos los demás.
Disfruta de tu cuerpo. A provéchalo de todas las formas que puedas.
No tengas miedo ni te preocupes por lo que piensen los demás porque es el mejor instrumento que jamás tendrás.
Baila, aunque tengas que hacerlo en el  salón de tu casa.
Lee las instrucciones aunque no las sigas. No leas revistas de belleza pues para lo único que sirven es para hacerte sentir feo.
A prende a entender a tus padres. Será tarde cuando ellos ya no estén.
Llévate bien con tus hermanos. Son el mejor vínculo con tu pasado y, probablemente, serán los que te acompañen en el  futuro.
Entiende que los amigos vienen y se van pero hay un puñado de ellos-as que debes conservar con mucho cariño.
Esfuérzate por no desvincularte de algunos lugares y costumbres porque, cuando pase el tiempo, más los necesitarás.
Vive en una ciudad alguna vez pero múdate antes de que te endurezcas.
Vive en un pueblo alguna vez pero múdate antes de que te ablandes.
Viaja. Acepta algunas verdades ineludibles: los precios siempre subirán, los políticos siempre mentirán y tú también envejecerás.
Y , cuando seas viejo, añorarás los tiempos en que eras joven: los precios eran razonables, los políticos eran honestos y los niños respetaban a los mayores.
Respeta a los mayores. No esperes que nadie te mantenga pues tal vez recibas una herencia o,  tal  vez te cases con alguien rico pero, nunca sabrás cuánto durará.
No te hagas demasiadas cosas en el pelo porque cuando tengas 40 años parecerá el de alguien de 85.
Sé cauto-a con los consejos que recibes y ten paciencia con quienes te los dan. Los consejos son una forma de nostalgia.
Dar consejos es una forma de sacar el pasado del cubo de la basura, limpiarlo, ocultar las partes feas y reciclarlo dándole más valor del  que tiene.
Pero hazme caso en lo del  protector solar.

-En 1997. Por Mary Theresa Schmich.



jueves, 26 de abril de 2012

⌛ Momentos ⌛



Momentos

La vida no transcurre paralela a deseos y esperanzas,
es fugaz, escurridiza y sigue su propia senda,
imprevisible e inquieta, inexorable hasta el fin.

El destino incierto es una incógnita,
que solo deviene en realidad
en el momento presente,
el único en realidad vivido,
el único en realidad existente.

Halos de un pasado ajeno
y de un futuro prometedor,
nos distraen de tu presencia,
goteo constante que acompaña nuestros días,
anhelos y sinsabores,
los más profundos pensamientos
y sentimientos no expresados.

Un tiempo que no tiene medida,
camino de única dirección
como olas sin retorno,
camino de la orilla…

¿Y después?
Y si solo es eso, y si no hay más.
Si solo hay momentos afortunados,
choques casuales, destellos de felicidad…

Son solo el momento, el instante fugaz,
que finalmente, nos llevará a la eternidad.

                               threisa.






lunes, 23 de abril de 2012

Disfrutar de las pequeñas cosas


http://enpositivo.com/2012/04/disfrutar-de-pequenas-cosas/



Antonio San José ha publicado un delicioso libro, La felicidad de las pequeñas cosas (Espasa), en el que hace censo de esos placeres sencillos que hacen más habitables nuestros días, como vislumbres de un paraíso perdido en medio del tráfago y el estrago de una vida arrojada a los perros. Acogiéndose al magisterio azoriniano, San José nos descubre que en estos «primores de lo vulgar» está nuestra más íntima verdad, sepultada entre una hojarasca de vanos afanes, ambiciones desnortadas y confusas desazones.

¿Y cuáles son esas ‘pequeñas cosas’ que San José desgrana en su libro? Algunas, de tan diminutas y modestas, pueden parecer nimias a simple vista: calzarse unos zapatos viejos, saborear unos churros, visitar una tienda de ultramarinos, volver a escuchar una canción que remueve los cementerios de nuestra memoria.
Pero, en su aparente nimiedad, esos instantes de fugitiva vida invocan un meollo de vida prisionera que no nos atrevemos a mostrar, que no nos dejan mostrar, que por pudor o cobardía hemos preferido anestesiar, amordazar, aherrojar con mil llaves y candados.
Y, sin embargo, ese meollo de vida prisionera que tales instantes invocan es lo más precioso que llevamos dentro, lo más expresivo y esencial; solo que nos hemos acostumbrado a mostrar lo más accesorio y mostrenco, la ganga superflua con la que hemos erigido una existencia vicaria, subalterna, fingida.
Trágicamente, esa existencia que mostramos en el escaparate de las pompas mundanas acaba gangrenando la vida preciosa que escondemos hasta anularla; y, casi sin darnos cuenta, descubrimos un día que somos rehenes de una existencia impostada que nada tiene que ver con los anhelos que formulamos, allá en la remota edad en la que aún nos atrevíamos a ser.
En La felicidad de las pequeñas cosas, Antonio San José soslaya las reflexiones graves y campanudas. Pero en su apuesta por la levedad de esas minucias que refrescan nuestro tedio y trastornan nuestras rutinas se desliza siempre, como en sordina, una nostalgia que es a la vez una esperanza: la nostalgia de lo que fuimos y la esperanza de lo que aún podemos ser.
Y esas ‘pequeñas cosas’ que irrumpen en la monotonía de nuestro presente, como reminiscencias de un pasado dichoso o adivinaciones de un porvenir benévolo, son las grietas por las que se cuela, entre la escombrera y la chatarra de los días sin horizonte, una vida que nos fue prometida gratuitamente y a la que hemos renunciado por insensatez o vanidad, pagando peajes que cada vez nos resultan más oprobiosos. Disfrutamos de esos zapatos viejos que calzamos los fines de semana porque estamos hartos de los zapatos que avivan el dolor de nuestros callos; y más hartos todavía de los callos que nos han crecido en el alma, como excrecencias de mugre o insensibilidad.
Disfrutamos de los olores en desbandada que se respiran en una tienda de ultramarinos porque nos asfixia la asepsia de nuestros hangares comerciales; y más todavía el hedor de los aditivos y colorantes con que tratamos de aderezar nuestra vida robotizada, pasteurizada, envasada al vacío. Disfrutamos del cántico liberatorio y desafinado que improvisamos bajo la ducha cada mañana porque nos disgusta la circunspección que nos impone la urbanidad; y más todavía las afinaciones hipócritas que reglamentan nuestras relaciones humanas.
Disfrutamos de esas ‘pequeñas cosas’ porque hemos dejado de ser aguerridos y osados, porque hemos matado nuestra capacidad de asombro, porque hemos renunciado a la curiosidad, temerosos del descalabro; y de pronto nos descubrimos magullados de rutinas, envilecidos de renuncias y decepciones, expuestos al vaivén de las prisas, convertidos en «presentes sucesiones de difunto».
Pero no podemos contrariar impunemente nuestra naturaleza. Y nuestra naturaleza nos predispone al asombro cotidiano, a la celebración y al misterio; cuando esa naturaleza es humillada y escarnecida se cuela como un ladrón en el mausoleo fúnebre de nuestras vidas, disfrazada de esas pequeñas cosas o primores de lo vulgar que nos resucitan con un golpe de ola de mar o un sorbo de café amargo. Gracias, Antonio San José, por recolectar esos instantes privilegiados, como florecillas ateridas al pie del camino de la vida.